Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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100027
Legislatura: 1872
Sesión: 13 de mayo de 1872
Cámara: Senado
Discurso / Réplica: Discurso
Número y páginas del Diario de Sesiones: 17, 133 a 134.
Tema: Contestación a la interpelación números 3 y 4, del Sr. Seoane.

El Sr. Presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Sagasta): Pido la palabra.

El Sr. PRESIDENTE: La tiene V. S.

El Sr. Presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Sagasta): Mi bello ideal antes que todo es ese; que puedan turnar pacíficamente en el poder los partidos que estén dentro de la Constitución; pero mi bello ideal es irrealizable si se hacen coaliciones como la que ha tenido lugar, y no es mía la culpa, sino de los que impiden la marcha regular de los partidos; de manera que si eso puede haberse retardado en realizarse, no puede culparse al Gobierno ni a mí; cúlpese a los medios a que apelan los partidos, que hacen imposible, quizás sin pretenderlo, que llegue a verificarse el juego natural de las instituciones. (Una voz: Eso será cuando termine la cuestión de orden público.) Me alegro, porque de esa manera podrá establecerse esa regularidad, y se habrá concluido este estado de cosas, con mucho gusto de los amantes de la libertad, llámense como quiera, porque ante todo son liberales.

Siento mucho que S.S. vuelva a un argumento que ya había hecho, y que al rechazar yo promoví la indignación de los amigos de S.S.; pero es bueno que se sepa que los Ministros y sus amigos permiten ciertas acusaciones que no toleran las oposiciones. Ha vuelto S.S. a repetir que había motivo para creer, o que había quien creía que el Gobierno había fomentado la insurrección carlista porque le convenía para sostenerse más tiempo en el poder. Esto lo hemos oído, y cuando yo, fundado en algún motivo, supongo que puede suceder lo contrario, y que sois vosotros quienes podéis tener interés en esa insurrección, os indignáis y decís [133] que el Presidente del Consejo de Ministros no tiene prudencia. Es decir, que para tener prudencia, según vosotros, es necesario oír todos los cargos y los improperios que queráis dirigirnos, y daros además muchas gracias por la benevolencia con que nos habéis tratado. (El Señor Seoane: Para eso sois Ministros.) No; los Ministros tienen que oír los cargos y la crítica que se haga de sus actos, pero no los cargos de traición, porque esas acusaciones o se prueban o no se hacen; y si no, cuando se hacen, hay que tener paciencia y calma para oír la defensa que el Gobierno haga contra esos ataques.

¡Cuidado con el cargo! ¡Que el Gobierno ha podido fomentar, inventar tal vez la sublevación carlista, con todos los males inmensos que trae sobre el país, tan solo para sostenerse unos días más en el poder! Señores Senadores, este es un cargo gravísimo que no se puede dirigir a ningún Gobierno; que no tenéis derecho para dirigir, mientras que yo podía tener algún motivo, algún más fundamento para ver en vuestra actitud, en la actitud del partido y en vuestros periódicos, que esto os era conveniente. Y cuando yo he probado que el Gobierno, cumpliendo con su deber, ha hecho todo lo posible para acabar con esa insurrección, y he procurado devolver el cargo, me interpeláis porque no tengo calma, faltándoos a vosotros la que debéis tener como legisladores.

Conste, pues, que si os he podido mortificar con mis palabras, habéis tenido vosotros la culpa, y que ha sido para rechazar un argumento que me habéis hecho, y que no se hace jamás a ningún Gobierno en ninguna parte; mientras que yo tengo ciertos motivos para haber dicho lo que manifesté. Ya sé que eso es debido a la pasión política más que a intentos o a propósitos verdaderos; pero al fin, yo tenía ese motivo para acogerme a la pasión política, mientras que vosotros no tenéis nada en que fundar vuestros terribles ataques.

Por lo demás, crea el Sr. Seoane que el Gobierno está más interesado que nadie, o tan interesado como el que más, en que pueda establecerse pronto el juego regular de las instituciones, para que los partidos puedan alterar en el poder, y no se dé lugar a que sean echados, sino que comprendan cuándo deben irse.

Todo depende de la pasión política que nos está devorando a todos y que está devorando al país. Hagámonos cargo de esto, tratémonos como adversarios y no como enemigos encarnizados; pero no esperéis que el Gobierno os trate como amigos cuando le tratáis de un modo que no se trata a ningún Gobierno, aquí ni en ningún país. (El Sr. Seoane: Poco recuerda S.S.) Lo recuerdo y lo tengo bien presente, porque procuro refrescar la memoria en la historia de nuestro país y de todos, y en ninguno, aun en los momentos más horribles por que haya pasado, se ha conocido una pasión tan grande y tan violenta como la que estamos siempre viendo cuando nos atacamos unos a otros.

No conozco un extravío más grande, no conozco un olvido como este en los hombres políticos y hasta en los particulares, no solo respecto a los actos públicos, sino hasta en los actos de la vida particular, que se realizan en lo íntimo del hogar doméstico. Se han roto todos los lazos; todo ha desaparecido; es una perturbación moral que hace nos estemos devorando los unos a los otros, y también al país. ¿Cómo se pretende que el Gobierno sea prudente y tenga calma y serenidad, cuando se ve atacado de esa manera por los que eran sus amigos, que pueden volver a serlo, por los que mañana pueden sucedernos, cuando no nos separan grandes distancias, que al fin hay mucho de común entre nosotros? Y si cuando nos tratáis de esa manera devolvemos los cargos con energía y dignidad, esos cargos terribles que nos hacen, ¿cómo nos trataríais si fuéramos blandos en la defensa? La prudencia la consideraríais como debilidad, y la circunspección como cobardía. El Gobierno respeta a todos y está dispuesto a tratar a todos según sus obras y según la ley; pero no esperéis benevolencia cuando nos ataquéis de esa manera y envenenéis nuestra existencia.



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